Gente que nos lee

viernes, 5 de agosto de 2011

Entre cartones. (Por Nadia)

Está tirado en el suelo, entre cartones y basura. Su forma es esbelta aunque esté hecho un ovillo. No sé distinguir muy bien su forma, no tengo muy claro qué es lo que puede ser. Voy a acercarme un poco más. Doy tres pasos y el olor penetra con brutalidad en mi fosa nasal. Los ojos se me llenan de lágrimas, es claramente desagradable. ¡Espera! Creo que ya sé lo que es. Es un hombre, un hombre tirado en el suelo. Tiene las manos sucias y agrietadas. No me extraña, es invierno y aunque me abrigue esta gran chaqueta, puedo notar el frío en mis huesos. No puedo ni imaginarme lo mal que lo debe de estar pasando este señor tirado en medio de la calle, sin más abrigo que unos sucios y frágiles cartones, y una camisa de lana desgastada y manchada. Su rostro está poblado por cientos de arrugas, que marcan un pasado y un presente duro, verdaderamente difícil. No puedo apartar los ojos de él. Está dormido, puede que hasta esté muerto, pero nadie le echará en falta. Porque nadie se preocupa por él, porque para la gente que pasa por delante no es más que un insecto de la sociedad. Un parásito que mancha la ciudad, que da la impresión de pobreza a los turistas que pasan unos días allí. Me giro, echándome las manos a la cabeza, y empiezo a gritar a las personas que se le quedan mirando con cara de desaprobación. Y les empiezo a gritar, les pido a gritos que paren de una vez, que lo están matando con sus miradas aunque no sea consciente de ellas. Me acerco a la multitud que se ha ido parando para fruncir el ceño delante de este pobre señor, y les pido que se alejen, pero nadie me oye. Ni siquiera me miran. Y sé lo que este hombre significa para la sociedad: es un mono de circo. Un mono criticado y juzgado por la gente que no es más que él. No ha tenido una oportunidad, pero tampoco puede ser culpado por ello. Le ha ido mal en la vida, peor que a los demás, pero eso no lo ha decidido él. No ha tenido suerte, no ha podido triunfar. Quizá tenga familia, mujer e hijos. Una madre y un padre al que querer. Hermanos, hermanas y primos. Y nadie lo está buscando. Nadie pregunta por él. Ha quedado olvidado. ¿Por qué? ¿Por vivir entre cartones?





¿Cómo pueden ser tan infinitamente necios algunos seres humanos?
¿Cómo se atreven a mirar a aquellas personas menos afortunadas con el asco y el menosprecio tatuados en su mirada?
Todos somos seres humanos. Todos somos personas. Todos con nuestros gustos, emociones y pensamientos diferentes pero, al fin y al cabo, no somos tan distintos.
Sin embargo, hay algo que no entiendo de esta especie. Siendo tan parecidos, ¿por qué nos tratamos tan mal?
Miles de personas viven hoy entre cartones, entre basuras. Viven en medio de ninguna parte, con el frío acechando día y noche. Se desplazan sin descanso por nuestras calles, pidiendo a gritos esa ayuda que nadie ha sido capaz de darles. Pasan hambre, pasan frío. Habitan entre miseria, pobreza y penurias. Y eso, ¿qué más da? Nosotros tenemos techo, cama, comida, ropa. No pasa nada si alguien pasa hambre, porque nosotros ya lo tenemos todo. Y, para demostrárselo a esa gente menos afortunada, pasamos delante de ellos mirándolos con lástima, con asco o con repugnancia. Porque así nos sentimos mejores. Porque vemos a alguien que lo está pasando mal y disfrutamos al tener mucho más que ellos.
¡Abrid los ojos! Todos, absolutamente todos necesitamos una oportunidad, necesitamos tener a alguien que confíe en nosotros.
ESTO sí que es repugnante, no sus miserias, sino las actitudes de algunas personas.
Mientras nosotros consumimos, pedimos sin parar y compramos, en ocasiones, por comprar, hay gente que no tiene un trozo de pan para pasar el día. ¡Sigamos así, participando en el juego del capitalismo! Ellos, mientras tanto, intentarán ser felices con lo poco que tienen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario