Gente que nos lee

lunes, 11 de julio de 2011

Un reflejo de la realidad. (Por Nadia)

Joana tenía unas fantásticas amigas, de esas que sabes que durarán eternamente, hasta que te demuestran lo contrario.
Pasaron años juntas, y llegaron más unidas que nunca al instituto. Con el paso de los días la relación se fortalecía más: ninguna salía de casa sin llamar a todas las demás; nadie era capaz de hacer planes sin tener en cuenta a las restantes..., eran, literalmente, hermanas.
El paso del tiempo trae cambios consigo. Cambios agradables, y cambios dolorosos, como la llegada de los hombres.
Cada una tenía a un chico fichado, por así decirlo, lo cual hacía las conversaciones más interesantes ya que el tema de los hombres no cesaba.
Salvo Joana.
Joana era una chica normal como todas las demás, pero pensaba que habían cosas más importantes por las que luchar a parte de los hombres, aunque charlaba divertidamente con sus amigas sobre éstos.
Pasaron meses, o quizá años, porque para ella fueron eternos, cuando empezó a suceder: la gripe se había propagado en el grupo.
Elena había empezado a salir con Lucas y apenas se la veía por la calle, aunque tampoco en su casa; Sara estaba tonteando exageradamente con Mario, por lo que su tema de conversación no era otro, y rara vez preguntaba por los asuntos de las demás; Mercedes había entablado una relación con Sergio, el matón del instituto, y a éste no le hacía mucha gracia ver a su novia con las demás, porque pensaba que eran una mala influencia para Mercedes. Ella no opuso resistencia y se quedó a su lado.
Joana se había quedado sola sin poder evitarlo. No sabía con quién hablar, a quién recurrir. No tenía ni idea de qué debía hacer en semejante hecho.
Así que se limitó a intentar revivir de nuevo esa preciosa amistad que un día todas compartieron. Fue un intento en vano, nadie mostró interés por recuperar aquellos lazos que, hace no tanto tiempo, parecían irrompibles.
Joana se sintió sola, despreciada, marginada.
No tenía ganas de salir de casa, ni de comer. Apenas hablaba con nadie. Se limitaba a ver pasar los minutos ante ella sin apenas pestañear.
 
 





Supongo que Joana se recuperó, quién sabe.
Sólo sé que, cuando una persona merece la pena, te lo demuestra, simplemente, con quedarse a tu lado en lo bueno y en lo malo.
Porque quedarse en los momentos divertidos y bonitos es muy fácil. Pero, ¿quién se queda en los malos?
PD: Solo vale soñar.

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