Gente que nos lee

viernes, 1 de julio de 2011

Ánimo. (Por Nadia)

MI HIJO ES UN ABSOLUTO DESCONOCIDO PARA MÍ.
Hijo mío, soy Pedro: tu padre.
No sé muy bien qué edad tendrás cuando tu madre te enseñe esta carta, supongo que serás mayor y valiente, como ella. Porque el mundo no te ha dado otra opción, tu obligación era nacer, y ser valiente. Jamás has recibido un abrazo de un padre y no sabes cuánto lo siento. El cáncer es más fuerte que yo y, en este preciso momento, me está arrebatando la vida. A duras penas logro escribir estos renglones.
Ahora mismo es de noche, y la luz de la luna me ayuda a escribirte estas líneas. Todavía no has nacido, y dudo que pueda llegar a verte. Aunque lo consiga, no me quedaré durante mucho tiempo. Tú no sabrás quién soy. No sabrás que soy tu padre, que te quiero. Lo más seguro es que jamás me llegues a echar de menos porque nunca llegarás a conocerme. Es curioso: yo ya he empezado a quererte y a echarte de menos al mismo tiempo.
Ver a tu madre es lo único que logra hacerme sonreír, porque sé que tú estás dentro de ella, deseando salir al exterior. Deberías ver a tu madre, está preciosa. El embarazo le ha devuelto la sonrisa, y le ha devuelto el color primaveral a sus dulces mejillas. Ella está siendo fuerte. Intenta hacerse a la idea de que, tarde o temprano, tendrá que hacerle frente al mundo sola, porque sabe que dentro de unos meses, o tal vez días, ya no estaré a su lado. Sabe que me rendiré, que me dejaré acunar por los fríos brazo de la muerte.
Me iré, pero jamás os abandonaré. Siempre cuidaré de vosotros desde la distancia, porque no importa dónde esté: siempre me tendréis cerca.
Hijo, yo me he cansado de luchar. Me he rendido ante el cáncer. No me culpes, por favor. Esta enfermedad me está torturando, es insufrible. He tenido mala suerte, para mí ya es demasiado tarde. De nada me sirve volver a alzar las armas, de nada sirve que alce la voz ni tampoco me ayudaría quejarme de lo injusta que ha sido la vida conmigo. No tengo ni fe ni esperanza.
Prométeme, en cambio, que tú sí que lucharás, que serás fuerte. Prométeme que te protegerás, y protegerás a mamá como yo lo estaré haciendo hasta el final de mis días.
Sé que, aunque hayas sufrido mi ausencia, serás feliz. Sólo quiero saber que tendrás una vida perfecta pero, sobretodo, que no dejarás de sonreír jamás.
Por último, quiero que sepas que lo daría absolutamente todo con tal de pasar un solo segundo de mi vida a tu lado.
Sé feliz. Te quiero.
 
No. Esta carta no es real, es sólo ficción mía. Pero desgraciadamente sí es una carta verosímil, que podría existir perfectamente.
Con esto tan sólo quiero intentar llegar a todas aquellas personas que hoy, en estos mismos instantes, están luchando entre la vida y la muerte, y a las que están alrededor, sufriendo.
Las enfermedades son injustas e imprevisibles. Te quitan lentamente a cualquier ser querido, nunca esperas que ocurra, pero ocurre. Aparecen sin avisar, aparecen sin más. Actúan y apenas nos dan tiempo a reaccionar.
Los días pasan a una lentitud insoportable. Llegas a pensar que todo está perdido, que la enfermedad ganará la batalla y que se llevará consigo a esa persona, o incluso a tí. Ya sea el cáncer u otra enfermedad, cambia una vida por completo. Y no sólo una. Hoy en día, cambian millones de vidas en todo el mundo.
No podemos escondernos de ellas, es imposible conseguirlo.
Ahora bien, mi mensaje es éste:
No llores, no te quedes ahí parado. No puedes rendirte, debes luchar por todo aquello que te pertenece. Lucha por tu felicidad, lucha porque tu sonrisa no desaparezca jamás, ni en la más oscura tormenta deberá perderse. Lucha por tu vida, por la vida que consideras perdida...Debes saber que aún la tienes en tus manos y, aunque hayan imperfecciones que no puedas arreglar, siempre habrá una manera para seguir adelante. Acepta la ayuda, no te apartes de nada ni de nadie, porque no estás solo. No importa si la persona que tiene esa horrible enfermedad eres tú, o alguien importante para tí: Debes parar de llorar. Debes dar un paso hacia delante. Debes disfrutar al máximo de la vida, porque, aunque parezca injusto o incluso infantil, no hay más que una. Hay que vivir, y si la vida decide llenar tu camino de baches, coge impulso para saltarlos y dejarlos atrás. Ánimo, de corazón.

Posdata: Sólo vale soñar.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho y bonito blo g:)
    Pasate por el mio y sigeme, te sigo http://belendaleaeso.blogspot.com/

    ResponderEliminar